Cuando ella se fue, su vida pareció palidecer, como si a un cuadro le arrancasen su color más importante. Sintió lo mismo que si hubiese perdido una parte de su cuerpo, al principio parecía que estaba ahí, pero pronto empezó a mirar alrededor y no encontrarla. Los días empezaron a ser más cortos conforme más largas se volvían las noches, y empezó a ser difícil encontrar motivos para salir de la cama cada mañana.
Él hubiera defendido su amor con su vida si hubiese sido necesario. Estaba acostumbrado a pelear por su felicidad, y ésta podría haber sido una más de las pruebas que le había puesto la vida para retener las cosas que más quería. Pero esta vez no, así que todos acabaron pensando que algo tuvo que ocurrir para que no hiciese nada por evitar que ella cerrase desde fuera la puerta de su mundo.
Luego llegarían las tardes de sábado en soledad, las continuas miradas a un teléfono que enmudeció, los recuerdos de viajes que nunca hicieron, las fotos rotas, las canciones tristes... Pero nada de eso fue lo peor.
Ni siquiera las incómodas conversaciones, las preguntas de sus amigos, las fiestas sin pareja o el tiempo que tardó en contarle a su familia que ella se había ido. Tampoco eso.
Recordaba su voz. Por las noches, cuando ya no había nadie con quien hablar ni nada en lo que distraer su mente, a veces le parecía escucharla proponiéndole algún plan maravilloso o cantándole la nueva canción que había descubierto. Sabía perfectamente cuál de sus peluches abrazar para que la habitación se impregnara de su olor y, a decir verdad, de vez en cuando no podía evitarlo y lo hacía. Pero ni siquiera eso fue lo que más le dolió.
Lo peor de todo, lo que hizo que su corazón se parase de golpe, había ocurrido antes de acariciar su manita de princesa por última vez. En todo este tiempo no todo el mundo se había dado cuenta pero para él lo primero era verla sonreír cada vez más, y lo que heló su amor para siempre fue darse cuenta día a día, de la forma más lenta y dolorosa, de que ella iba a ser mucho más feliz lejos de él.
(DIEGO GARCÍA)
Sonríes con facilidad…
Me haces dudar, me haces pensar
si es porque es viernes o hay algo más.
¿Y no será que estás contenta porque te vas?
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