En una de sus noches de verano, se vieron así, sonriéndose mientras caminaban abrazados por alguno de esos paseos marítimos que parecen esconder una historia de amor bajo cada farola.
Fue justo ahí, en ese lugar tan alejado de la Gran Vía, de los teatros, de los McDonalds y de todas esas calles que mil veces recorrieron mientras desnudaban dos corazones. Ahí fue donde entendieron que, por encima de todos los defectos y todos los errores, había algo que sabían hacer mejor que nadie: olvidaban a cada paso que en el fondo sólo eran mariposas. Y a diferencia de todos los que les rodeaban, habían aprendido a vivir como si sus vidas durasen más de un rato, como si en realidad nada importase tanto.
Diego G.B.
“Y yo,
que no puedo estar sin ti,
no he encontrado la manera
de que no tengas que morir.
Si te quedas quieta ahí,
yo te grabo en mi cabeza
cuando no paras de reír.”
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