Ya nunca escuchas
cuando dicen que te pierdes,
que no distingues los domingos de los viernes,
que ayer saliste a preguntarle a las sirenas
quién borrará tus corazones en la arena.
Noche tras noche inundas de dudas tu almohada,
cada mañana miras y no queda nada.
Nada que te hable de tus pasos adelante
o de ciudades que aún hoy brillan como antes.
Y sale el sol como si nunca se enterara
de que sin luz casi te sientes menos rara.
Como una vida interminable junto al mar,
como la lluvia más difícil de olvidar.
¿Aprenderás a salir viva cada noche,
a no llorar en los asientos de los coches,
o volverás a los vagones sin salida
que llevan siempre a los suburbios de tu vida?
Cuentan que vives apostando todo al rojo,
como una niña que hace caso a sus antojos
sin acordarse de sus sueños de princesa...
qué mal sonríes cuando es otro el que te besa.
Compartes noches con daiquiris y placeres
que no iluminan nublados atardeceres
y el horizonte sólo te devuelve olas.
Son como tú, no saben cómo vivir solas.
que no distingues los domingos de los viernes,
que ayer saliste a preguntarle a las sirenas
quién borrará tus corazones en la arena.
Noche tras noche inundas de dudas tu almohada,
cada mañana miras y no queda nada.
Nada que te hable de tus pasos adelante
o de ciudades que aún hoy brillan como antes.
Y sale el sol como si nunca se enterara
de que sin luz casi te sientes menos rara.
Como una vida interminable junto al mar,
como la lluvia más difícil de olvidar.
¿Aprenderás a salir viva cada noche,
a no llorar en los asientos de los coches,
o volverás a los vagones sin salida
que llevan siempre a los suburbios de tu vida?
Cuentan que vives apostando todo al rojo,
como una niña que hace caso a sus antojos
sin acordarse de sus sueños de princesa...
qué mal sonríes cuando es otro el que te besa.
Compartes noches con daiquiris y placeres
que no iluminan nublados atardeceres
y el horizonte sólo te devuelve olas.
Son como tú, no saben cómo vivir solas.
Diego G. B.
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