domingo, 21 de agosto de 2011

A veces, empapados de verano. . .


¿Seguirá jugando un día más? ¿Volverá hoy a disimular su sonrisa de fresa cuando él la busque con su mirada azul? ¿Tendrá valor para decirle a la cara que por primera vez en su década y media de vida siente que se le derrite el corazón? ¿Pasará un verano más sin que él lo sepa?

¿Seguirán sus padres creyendo que en ese grupo, con el que se escapa en cuanto puede, sólo están esas cuatro chicas con las que cada mañana pasea por la orilla de punta a punta de la playa? ¿Se habrán dado cuenta de que se ha traído desde Madrid todos sus perfumes?

Son muchas las preguntas que se hace. Pero no quiere decidir, está de vacaciones y ahora mismo, tumbada en la hamaca del jardín, sólo quiere pensar en que el sol no se esconda y que nunca se vacíe ese vaso de té helado. Cierra sus enormes ojos y se concentra en esa canción de Family que hoy no para de dar vueltas en su aparatito rosa.

Pero piensa… Claro que piensa.

Ella nunca fue una chica lanzada, siempre ha tenido miedo al rechazo, a una mala palabra o a una mirada diferente. Le cuesta tomar decisiones importantes. Por eso ahora mismo necesita algo de ayuda, daría lo que fuera por ese empujoncito que hiciera de esta noche algo inolvidable. Por esa señal que le indicase que hoy es el día, que hay un plan mucho mejor que pasar otra tarde más entre tiendas de recuerdos y platos combinados.

De repente, escucha la voz de fondo de su madre. Interrumpe la música.

- ¿Qué decías, mamá?

- Que si vas a salir esta noche con esas amigas tuyas de la playa.

 
A veces, empapados de verano,
los chicos viajan en motocicleta.
Entonces, a las chicas sonrientes
les estalla el corazón.
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