El día en que (por una vez) decidiste
ser un chico egoísta, recordaste cómo llegó a tu vida. También lo
poco que tardaste en verla como algo inalcanzable. Mucho menos tiempo
del que habías pasado mirándola embobado en fotos, convencido de
que era la más guapa de todas sus amigas, intrigado y absorbido por
su sonrisa y su apellido. Recordaste también que cuando empezabas a
saber cosas de su vida, sentiste que estabas a punto de meterte en
problemas, que ese tipo de chicas buscaban otro tipo de chicos que
tenían poco que ver contigo, ya sabes... Pero fue justo después de
salir de aquella boca de metro, en el momento exacto de perder los
mapas en sus ojos por primera vez, cuando fuiste consciente de que ya
era demasiado tarde. Desde entonces, no has parado de temblar.
El día
en que (por una vez) decidiste ser un chico egoísta, hubieras sido
perfectamente capaz de contar con detalle todo lo que sucedió varios
años antes, durante aquella primera tarde con ella. Te acordabas de
todos los sitios por los que pasasteis y de todas las cosas de las
que hablasteis. También pensaste en las que quedaron sin decir:
aquella primera tarde tú no le confesaste que a los cinco minutos te
hubieras ido con ella al fin del mundo, y ella no te contó que era
experta en convertir puntos finales en comas.
El día
en que (por una vez) decidiste ser un chico egoísta, pensaste en
aviones. En los que se la llevaban cuando más falta te hacía estar con ella una tarde más. En los aviones que al final siempre volvían y aterrizaban en el mismo
aeropuerto, pero cada vez más lejos de ti.
El día
en que (por una vez) decidiste ser un chico egoísta, la recordaste
sin parar de hablar en el autobús que iba hacia su casa. También
detrás de un margarita de fresa, odiando tus “poco a poco”,
paseando a tu lado por el parque donde disfrutaste toda tu infancia,
abriendo regalos de Navidad, llegando tarde más desarreglada y más
guapa que nunca a vuestro único concierto juntos. Como un recuerdo
eterno, como si el tiempo no fuese a robar de tu memoria los pequeños
detalles que hoy guardas con tanto cariño.
El día
en que (por una vez) decidiste ser un chico egoísta, pensaste que
si hubiese justicia habrías podido disfrutar otras mil veces más escuchándola hablar de la diferencia entre ver una película
doblada y verla en versión original. Hubieses podido enseñarle todas esas
canciones que, como un imbécil, todavía tienes guardadas para ella.
Hubieras tenido mucho tiempo más para descubrir y explicarte a ti mismo cómo ha podido
ocurrirte esto con ella. La justicia, lo que tú entiendes por
justicia. Como si importase tu justicia.
El día
en que (por una vez) decidiste ser un chico egoísta, maldijiste
todas esas veces que la echabas de tu vida para siempre a
empujones y maldijiste también cada vez que ella decidía que “para
siempre” durase tan poco, pero te gustaba tanto que lo hiciera...
Te volvía a convencer con dos o tres palabras y tú volvías a
inventar encontrar dos o tres minúsculos motivos
por los que esa vez todo sería diferente. Aquel día fue muy fácil
anhelar los tiempos en los que aún no te gustaban los crêpes porque
sólo los habías probado sin ella enfrente, los tiempos en los que El
equilibrio es imposible era sólo una canción.
El día
en que (por una vez) decidiste ser un chico egoísta, te hubiese
encantado odiarla. Sentir que todo había sido culpa suya y que ella perdía más que tú. Arrepentirte de haberla conocido, de haber empezado quizás a enamorarte de
la persona equivocada. Habrías deseado un intercambio de insultos antes que escuchar su voz intentando que no salieses de su vida. Te hubiera encantado que ella no te lo hubiera puesto tan difícil para acercarte, y más tarde tan difícil para alejarte.
El día
en que (por una vez) decidiste ser un chico egoísta, te diste cuenta
de que ibas a acordarte de ella cada vez que pasases por su barrio,
cada vez que algo te hiciese tropezar y caer al suelo o cada vez que
alguien viniese a intentar llenar tu vida. Ese día, ella también te
dijo que nunca te olvidaría, pero sabes que no es verdad y que un
día encontrará en su habitación tus discos o el libro que le
regalaste y tendrá que hacer memoria para recordarte a ti, a tus
nervios cuando estaba muy cerca y a tu forma de mirarla. Más tarde,
llegará el día en el que también haya olvidado todo eso.
El día
en que (por una vez) decidiste ser un chico egoísta, sabías
perfectamente que ella acabará encontrando lo que busca. Siempre lo ha
hecho. Por eso no te quedaste en su vida, jamás hubieras soportado
lo inevitable: verla ilusionada con otra persona. Con eso no hubieras
podido. Llegados a ese punto del camino, asumiendo que ella apuntaba
mucho más alto de lo que creyó que podías darle, decidiste saltar
del tren antes de que descarrilara. Al fin y al cabo, ya sólo se
trataba de elegir con qué tipo de heridas preferías vivir. Fue bonito que decidieses quedarte con el daño que te estás haciendo tú
mismo y no con el que ella podía hacerte sin quererlo. Fue triste ver
cómo tu espíritu irreductible dejó de luchar. Fue raro que
sacases de tu vida a quien jamás hubieses querido fuera de ella. Y va a ser muy feo que nada de eso te haga dejar de desearla.
El día
en que (por una vez) decidiste ser un chico egoísta, le dejaste
claro que no volviera a acercarse, que tenías que empezar a pensar
en tu propio bien, que verla aparecer y desaparecer estaba acabando
contigo, que si no podíais estar muy cerca al menos te dejase estar lo más lejos posible. Y sonaron muy seguros tus argumentos, parecías convencido
de que era lo mejor y de que estabas tomando una decisión
inteligente. Lo cierto es que lo hiciste muy bien, parecía de verdad. Pero aquella noche, la
del día en que (por una vez) decidiste ser un chico egoísta, fue
una de las peores que recuerdas, no pudiste dormir y volvió a amanecer demasiado tarde.
El día
en que (por una vez) decidiste ser un chico egoísta, supiste que
cuanto más le dices adiós, más partes de ti se van con ella,
menos te alejas, más se queda.
Desde el
día en que (por una vez) decidiste ser un chico egoísta, sigues
buscando motivos. Sigues deseando encontrar a alguien que te haga sentir lo mismo que cuando la veías aparecer a lo lejos y su mirada tapaba los parques, la lluvia, las calles, la vida. Y cuando cualquier noche apagues la luz y cierres
los ojos pensando que por fin empiezas a olvidarla, su sonrisa
aparecerá desobediente en cualquier sueño, sonará Pero
a tu lado en algún lugar con mar y le dirás que tiene las manos
más bonitas del mundo, que amas su pelo porque siempre lo lleva suelto, que te encantan sus dientes y esa forma tan rara de sus labios... y
cuando el sueño termine, todo en tu vida parecerá importar menos.
Ella despertará como cualquier otra mañana sin saber que, al otro
lado de la ciudad, por fin la has besado. Y tú pasarás un día
difícil y la gente te creerá cuando les digas que simplemente has
dormido mal. Pero ni siquiera esta sensación será capaz de
arrancarte un recuerdo que querrás conservar toda tu vida: el de
verla sonreír en el metro al final de tu noche favorita, aquel mes de Diciembre. El recuerdo de sentir, durante una sola noche, que estaba realmente cerca. Aunque ahora lleves un tiempo viendo cómo crece en ti esa maldita sensación de haber hecho el ridículo, de que
nada de esto ha ocurrido, de habértelo inventado todo. De no saber ni hacia dónde mirar.
Y es que
desde el día en que (por una vez) decidiste ser un chico egoísta,
odias más que nunca haber tenido razón desde el principio y recuerdas lo de meterte en problemas, lo de las chicas que buscan chicos que tienen poco que ver contigo... ya sabes. Y a veces te encantaría volver unos años atrás, a veces ser otra persona. Una que hubiese sido capaz de conocerla otra vez y que todo hubiese funcionado.
Pero lo peor es que desde ese día también sientes que hay algunas preguntas que nunca duelen tanto como cuando sabes la respuesta.
Pero lo peor es que desde ese día también sientes que hay algunas preguntas que nunca duelen tanto como cuando sabes la respuesta.
"¿Sigues echándome de menos los jueves?"
Diego G. B.
"Y la playa llora y llora,
y desde mi casa grito
que aunque pienso en abrazarte,
que aunque pienso en ir contigo..."
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