Lo amaban, ni más ni menos, y se sacaba cada mañana las espinas del sueño. Juraba y maldecía, y se enredaba en la alambrada de la mansa rutina. Vivía como tú o como yo, los viernes por la noche iba a buscar a su amor. Fumaba tranquilo, planeaba la semana… y ella le arrancaba el cigarro y lo besaba. Y un día lo mordió el virus del miedo, entendió que las mujeres nunca tienen dueño, y temió que ella marchase, que se agotase el manantial sin un porqué. Venció el miedo y faltó a la última cita. No descolgó el teléfono que aullaba en la mesilla, y el temor a la derrota lo agarrotó como un calambre, sin un porqué. Duro, intenso y precario, se enfrentaba cada día al oleaje en el trabajo. Y una mañana, la cobardía lo paralizó en la puerta y no entró a la oficina. Volvía a despertar, y empezaba el periódico, como tantos, por detrás. Vio y sintió la noche del planeta y su desastre, tuvo miedo y decidió no salir a la calle. Y ahí lo tienes, encerrado en casa. Temblando como un niño, sellando las ventanas para no ver ni escuchar, sentir, notar la vida estallando fuera. Por miedo a sentir miedo, fue a la cama. Como una oruga se escondió y, envuelto entre las mantas, se durmió. Hizo humo el sueño y se olvidó del mundo por miedo a despertar.
Aún sigue dormido. Pasaron los inviernos y aún sigue escondido, esperando que tu abrazo le inocule la vacuna y elimine el virus del miedo y su locura.
Vida… como un cigarro medio encendido, medio apagado. Dudas… papeles que acaban juntos amontonados. Suerte… suerte tendré si la veo, suerte tendré si me mira. Ratos… los cuento, los archivo, los disfruto, los olvido... como olvido lo que siento, y presiento que no será bueno. “Bueno, mejor lo dejo”… “Bueno, mejor lo olvido”…
Cazo las palabras con una red, como si fueran mariposas.
Todos los sueños de alquiler haciendo doble fila. Te veo y veo el sol. No te preocupes si me quemo, no te preocupes, ya lo intento apagar yo.
Río… y cuando río, me alejo de lo triste.
Cena… cenaste tú, yo hice de vela, sudando cera. Será que no, que no te hago tanto mal… Malo sería hacerte daño.
Cazo las palabras con una red, como si fueran mariposas. Todos los sueños de alquiler haciendo doble fila. Te veo y veo el sol. No te preocupes si me quemo, no te preocupes no, ya lo intento apagar yo. Tú sólo ven a mi nube, te mando la dirección: último piso, preciosas vistas, sin ascensor. No tengas prisa, no tengo planes para hoy y los planes de mañana mejor los hacemos juntos.
Me encantan los primeros días del otoño, me parecen enormemente inspiradores, pegan con la mayoría de las canciones que me gustan y con todo lo que escribo. Odio el queso fundido en las hamburguesas y la crema de calabacín. No puedo vivir sin viajar cada cierto tiempo, necesito hacerlo para ser feliz, para encontrar nuevos caminos. Echo de menos las tardes en el pueblo y los veranos en familia. Me siento feliz cuando tengo el mar cerca y lo puedo escuchar, respirar, sentir… Puedo decir “poco a poco” y a la vez pensar “toma el acelerador, úsalo cuando quieras”. No me gusta cuando me despierto y sé perfectamente cómo va a ser mi día. Creo en el amor por encima de todo, con todos los golpes que eso conlleva. Soy un obseso de los dientes blancos. Podría vivir en Santander. Siempre me ha costado mantener grandes amistades, pero este verano me he dado cuenta de lo necesarias que son. Me encanta la música, el teatro y el cine. Mi color favorito es el naranja, pero no para vestir. Creo que nadie debería ir al médico solo, y cuando me entero de que alguien lo va a hacer, me pongo muy cabezón por acompañarle. De pequeño era capaz de cruzar en rojo y después mirar si venían coches, y ahora creo que ahí comenzó todo. Siempre he querido saber si tengo acento madrileño. Últimamente me obsesiona un poquito el paso del tiempo. Me encanta “The Big Bang Theory”, y me da lo mismo si el capítulo que están echando lo he visto ocho veces. Podría estar toda la vida comiendo tortilla de patata. Nunca he formado parte de una pandilla de amigos. Tengo enormes colecciones de cromos de algunos de mis deportistas favoritos. Mi prioridad en el cuerpo de una chica son los ojos, la sonrisa y las manos. Cada día me acuerdo del partido en el que me hicieron polvo el tobillo y cinco minutos después se me salió un hombro. Estoy superando mi fobia a hablar por teléfono. Opino que The Beatles lo inventaron casi todo. Me cuesta creer que algún día seré tan feliz como en mi infancia, pero no por ello dejo de intentarlo. Me muero por cambiar de móvil y de reproductor de mp3, pero amo a mi cámara de chocolate. Siempre defenderé a Fernando Torres; y cuando no haya motivos, más. Soy incapaz de escuchar una canción en inglés sin intentar entender la letra. Nunca olvidaré aquellas noches de hospital. Me encantaría pasear otra vez por el Trastevere, aunque sólo fuera un ratito. No sé montar en bici. Me lo pasé genial en Selectividad. Me encanta que una chica me haga reír y necesito que sean más atrevidas que yo. No me gustan nada de nada las tiendas de animales, pero puedo estar horas en las de juguetes. Fui un muy buen estudiante hasta que acabé la carrera, pero ahora ya no lo hago tan bien. Odio las aglomeraciones de personas y los gritos. Siempre estoy dispuesto a descubrir series de televisión nuevas. De pequeño lo pasaba fatal en el coche, me mareaba sólo con entrar en el garaje de mi padre. Sé muy bien lo que es el estrés y la ansiedad, y uno de mis principales objetivos en la vida es no volver a sufrirlos. Aunque haya pasado Navidades muy difíciles, nunca perderé mi espíritu navideño. Estoy en plena operación V.T.L.P.D.W.A. (“ver todas las películas de Woody Allen”). Siempre me han vuelto loco los hoteles, y tengo una lista de algunos a los que acabaré yendo, aunque estén en mi propia ciudad. Me encantan los videojuegos de fútbol. No soporto el calor asfixiante de Madrid en verano, me pone hasta de mal humor. No suele apetecerme desayunar. Soy terriblemente detallista cuando alguien me importa de verdad. A día de hoy, mi canción favorita del mundo se llama “Postcards from Italy”. Creo que cuando más guapas están es cuando se despiertan. Tengo una extraña sensación de esperanza cuando veo a un niño vestido del Atleti. Cada vez veo más cine en versión original. Ya sé cómo quiero llamar a una futura hija. No suelo rechazar propuestas para ir a conciertos. Me encantan las camisetas y jerseys de rayas. Cada vez que escucho “Para ti” me acuerdo de cuando tenía 15 años y me la dedicó mi madre. Creo que Messi y Cristiano son, en ese orden, los dos mejores jugadores de la historia. El sonido del bandoneón me tiene enamorado, fue un amor a primera vista al escuchar por primera vez la canción “Los aviones” de Andrés Calamaro. Necesito volver a Londres. Soy muy pero que muy fan de probar nuevos cocktails, aunque al final muchas veces acabe pidiendo un San Francisco; en cualquier caso, me encanta ir a descubrir sitios donde los preparen. El libro que más me ha marcado en mi vida ha sido “Tokio blues (Norwegian wood)” de Haruki Murakami. Siempre digo que me voy a hacer una cuenta en Twitter pero al final nunca lo hago, seguramente por miedo a un fracaso absoluto. Visitaría cualquier lugar del mundo si es en buena compañía. Estoy muy orgulloso de tener las camisetas de los equipos a los que he pertenecido, con mi nombre y el 10 a la espalda. Soy adicto a muchas cosas, como el Nestea o los caramelos Solano de fresas con nata. No soporto que me hablen de que hay un destino, de que las cosas pasan así porque así estaba escrito y de que en realidad da igual lo que hagamos porque lo que tenga que pasar pasará... espero no creerme nunca esas mentiras. Tiendo a alargar demasiado los días y a acostarme más tarde de lo que quisiera. No me voy a morir sin conocer Rovaniemi. Siempre estoy deseando que sea mi cumpleaños, pero cuando llega lo que quiero es que se pase pronto porque odio ser el centro de atención. Cuando me gusta una canción y la empiezan a poner en la radio, deja de gustarme. Hay muy pocas cosas que tomaría en cualquier momento, pero una de ellas es el granizado de sandía de Llaollao. Sé que la soledad me persigue. Me cuesta mucho olvidar una mentira de alguien querido. Me encanta viajar en tren. No concibo la vida sin ilusión. No acepto el amor sin pasión y libertad a partes iguales. Adoro esta canción…