Duro, intenso y precario, se enfrentaba cada día al oleaje en el trabajo. Y una mañana, la cobardía lo paralizó en la puerta y no entró a la oficina.
Volvía a despertar, y empezaba el periódico, como tantos, por detrás. Vio y sintió la noche del planeta y su desastre, tuvo miedo y decidió no salir a la calle.
Y ahí lo tienes, encerrado en casa. Temblando como un niño, sellando las ventanas para no ver ni escuchar, sentir, notar la vida estallando fuera. Por miedo a sentir miedo, fue a la cama. Como una oruga se escondió y, envuelto entre las mantas, se durmió. Hizo humo el sueño y se olvidó del mundo por miedo a despertar.
Aún sigue dormido. Pasaron los inviernos y aún sigue escondido, esperando que tu abrazo le inocule la vacuna y elimine el virus del miedo y su locura.
(Ismael Serrano)
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