domingo, 9 de diciembre de 2012

Sus noches. Todo.


 Se había olvidado ya de aquella esperanza de las primeras tardes en las que soñaba con conquistarla, con que un día de repente ella viera en él lo que estaba buscando (a saber lo que esa chica estaría buscando, pensaba). Aun así, seguía quedando con ella. Aun sabiendo que, en sus largos paseos, ella jamás iba a sentir la necesidad de cogerle de la mano. Pensando incluso que quizá su cabecita estuviera pensando en otra persona. Asumiendo que sus enormes ojos nunca serían lo primero que vería algún día al despertar. Aceptando que, a diferencia de sus sueños, la vida real no necesita ni busca finales bonitos. Pisando sus propias alas.

 ¿Y por qué seguir viéndola?, le preguntaban todos. Él siempre decía que era casi ya por inercia, porque si no con quién iba a pasar las tardes de viernes. Pero no. Eso no era verdad, y sus amigos se habrían dado cuenta si se hubieran fijado bien en sus ojos mientras lo decía. Pero sus amigos no estaban allí cuando ella y él se sentaban alrededor de una mesa y dos vasos de lo que fuera y comenzaban a contarse su semana como si no se la hubiesen contado jamás a nadie antes. Ellos no estaban cuando esa loca apoyaba su cabeza en las piernas de él en cualquier parque de Madrid y se ponía a explicarle por qué se sentía invisible en su casa y las ganas que tenía de huir. Ni cuando se sacaba del bolso su barajita de cartas y se pasaban horas picándose al tute. Tampoco cuando decidieron olvidarse del mundo y tomar aquel tren que les llevó a la orilla del mar. Pero al parecer no, sus amigos no se enteraban de la enorme mentira que les estaba contando cuando les hablaba de inercia, de costumbre… No. No se daban cuenta de que seguía viéndola por miedo a que no hubiese vida después de su sonrisa.

 Pero una de esas tardes, ocurrió. Ella interrumpió una de sus infinitas bromas compartidas, se olvidó de sonreír, congeló su mirada, y ocurrió. Se hizo el silencio, desapareció el mundo… y ocurrió.

 Y de repente, todo.

 Sus sueños de niña pequeña y los que tuvo cuando no quiso crecer. Sus gustos. Sus manías. Su ropa. Sus juguetes. Sus tonterías. Sus bolas de nieve. Sus libros. Sus carpetas llenas de hojas repletas de desvelos escritos. Su azul eléctrico. Su mirada desolada, su mirada perdida. Sus colores inventados. Su ilusión en obras. Sus besos al aire. Su piel, ese mapa de paraísos por descubrir. Sus aterrizajes forzosos, sus despegues fulgurantes. Su morderse los labios. Su olor a deseo. Sus peleas entre instinto y razón. Sus guantes blancos de ladrona. Sus pijamas. Su forma de caminar. Sus saltos al vacío. Su corazón de caramelo, sus piruletas de corazón.

 Sus noches. Las que pasó abrazada a sus peluches. Las cortas. Las que comenzó llorando hasta que se rompieron sus ojos y la venció el sueño. Las que regaló a cuerpos equivocados. Las que malgastó entre excusas para sentirse cómoda. Las de invierno. Las de taparse hasta la cabeza sin tener frío. Las que dedicó a escuchar canciones tontas de amor. Las de “a dormir, ya no pienso más” dos horas antes de dormirse. Las de despertarse mil veces. Las que se juntaron con los días. Las de meterse libros en la cabeza y la cabeza entre libros. Las que apostó y perdió, o ganó. Las de echar de menos un besito de buenas noches. Las de Reyes esperando a las 9:00. Las de hospital. Las de ver el mundo dormir desde su ventana. Las que todavía duran. Las que no acababan nunca.

 Todo eso le regaló aquella tarde.

 Todo, menos su maldita memoria. Ésa decidió guardarla. Para siempre. Para ser feliz.

(DIEGO GARCÍA) 

“Y es que me salen rosas de la boca 
cuando me preguntan por ti…” 


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miércoles, 21 de noviembre de 2012

Además...

"Se ha vuelto loco", dijo su portera al verle salir, cabizbajo y ensimismado, con la apariencia esquiva y el caminar acelerado de un hombre que ha contraído deudas imposibles de pagar. 

"Está siempre solo", añadió con enorme disgusto la dichosa portera, para después forzar una pausa que presagiaba un juicio definitivo, "y sin embargo, a veces se le ve estúpidamente contento... y además, ya sólo habla de amor".


(Ya sólo habla de amor, Ray Loriga)


Así empieza Ya sólo habla de amor. Sólo leyendo el primer párrafo ya sentí la necesidad de saber cómo continuaba. Descubrí hace poco a Ray Loriga y creo que me va a acompañar por una temporada, estoy deseando leer varias de sus obras. Me parece que tiene mucho que aportarme y ya está entre mis autores de cabecera. Si os animáis vosotros también a entrar en su mundo, lo mejor que podéis hacer es empezar consultando en BuscarLibros, el mejor buscador que conozco de este tipo. Además, las personas que hay detrás del proyecto son encantadoras y lo llevan con la mayor ilusión.

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lunes, 5 de noviembre de 2012

Niña loca... Niña loca...


 Existe una leyenda griega que habla de Eco, una ninfa alegre y juguetona. Su voz era tan bonita que la diosa Hera se pasaba horas mirándola bailar y cantar. Pero mientras esto sucedía, Zeus, el esposo de Hera, aprovechaba para tener aventuras con las otras ninfas del lugar. Cuando esto llegó a oídos de Hera, la diosa ardió en cólera. Como no podía pagar su furia con Zeus, rey de los dioses, decidió condenar a Eco para evitar que también le traicionase con ella al igual que había hecho con otras tantas ninfas. Y su castigo fue dejarla para siempre sin su mayor atractivo: su voz y su alegría. A partir de ese momento, la joven sólo sería capaz de repetir las últimas sílabas de cada frase que escuchaba, y jamás podría expresar sus sentimientos, fuesen cuales fuesen. Eco, sumida en su tristeza, huyó al campo, donde se refugió en una cueva cercana a un riachuelo.

 Narciso era un joven de una belleza increíble. Tal era su atractivo, que un conocido adivino aconsejó a su madre que retirara todos los espejos de su casa, de forma que el joven Narciso jamás viese su imagen reflejada, pues las consecuencias serían fatales. Así lo hizo, y el chico creció sin ser consciente de su propia belleza. Esto le hizo alejarse de la vida social, y no era difícil verle paseando en solitario por los parajes de la zona.

 Una vez, Narciso pasó cerca de la cueva donde se había exiliado Eco. La ninfa le vio y se enamoró de él al instante. Desde ese momento, Eco se sentaba cada día en el mismo lugar a esperar el paso del joven sin que él advirtiese su presencia. La lluvia, el frío… nada le importaba tanto como para impedir que su esperanza se llenase de él una tarde más. Cierto día, Narciso se detuvo a observar las cristalinas aguas del pequeño río que pasaba junto a la cueva de Eco, y se quedó absorto contemplando su propio reflejo después de toda una vida sin poder hacerlo. La belleza que a sí mismo se despertaba le hizo frecuentar ese riachuelo, lo cual hacía feliz a la ninfa, que podía ver a su amado casi a diario.

 Pero una tarde, mientras le observaba admirada, no se dio cuenta y pisó una rama. El sonido al romperse hizo que Narciso se girase y descubriese a Eco allí, sentada donde siempre se escondía. Entonces él le preguntó su nombre, se interesó por el motivo de que estuviese allí, quiso saber más cosas de la joven que un día fue capaz de alegrar a los dioses… pero ella, víctima de su castigo, sólo pudo responderle con las últimas palabras que él iba pronunciando al preguntar. Esto despertó las carcajadas de Narciso, que la tomó por loca y no la tomó en serio. Eco rompió a llorar y corrió hacia su cueva, de donde jamás volvió a salir. Cuentan quienes pasan por allí que todavía se escucha la voz de la joven enamorada, repitiendo las últimas palabras que escuchó de él: “Qué tonta… Qué tonta...".

 Narciso nunca supo que el corazón de Eco ardía cada vez que él estaba cerca. Sólo acertó a burlarse de ella y no se dio cuenta de que, aun estando privada de su capacidad de expresarse, le estaba diciendo todo lo que su corazón le dictaba cada vez que le veía. Ni siquiera su condena estaba siendo capaz de evitar que de sus labios brotasen las palabras más bellas, pronunciando entre lágrimas la declaración de amor más triste del mundo…

 (DIEGO GARCÍA) 

- ¿Quién eres tú, niña loca?
- Niña loca… Niña loca… 
- Muero antes que darte un beso.
- Darte un beso… Darte un beso… 
- Quiero estar solo en el río.
- En el río… En el río…
- ¿No pensarás que te quiero?
- Te quiero… Te quiero… Te quiero… Te quiero… Te quiero… Te quiero… 

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lunes, 29 de octubre de 2012

Caminos erróneos

 Lo amaban, ni más ni menos, y se sacaba cada mañana las espinas del sueño. Juraba y maldecía, y se enredaba en la alambrada de la mansa rutina. Vivía como tú o como yo, los viernes por la noche iba a buscar a su amor. Fumaba tranquilo, planeaba la semana… y ella le arrancaba el cigarro y lo besaba. Y un día lo mordió el virus del miedo, entendió que las mujeres nunca tienen dueño, y temió que ella marchase, que se agotase el manantial sin un porqué. Venció el miedo y faltó a la última cita. No descolgó el teléfono que aullaba en la mesilla, y el temor a la derrota lo agarrotó como un calambre, sin un porqué. 

 Duro, intenso y precario, se enfrentaba cada día al oleaje en el trabajo. Y una mañana, la cobardía lo paralizó en la puerta y no entró a la oficina. 

 Volvía a despertar, y empezaba el periódico, como tantos, por detrás. Vio y sintió la noche del planeta y su desastre, tuvo miedo y decidió no salir a la calle. 

 Y ahí lo tienes, encerrado en casa. Temblando como un niño, sellando las ventanas para no ver ni escuchar, sentir, notar la vida estallando fuera. Por miedo a sentir miedo, fue a la cama. Como una oruga se escondió y, envuelto entre las mantas, se durmió. Hizo humo el sueño y se olvidó del mundo por miedo a despertar. 

 Aún sigue dormido. Pasaron los inviernos y aún sigue escondido, esperando que tu abrazo le inocule la vacuna y elimine el virus del miedo y su locura.

(Ismael Serrano)


   
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domingo, 21 de octubre de 2012

Suerte tendré si me mira...

Gracias a vosotros: Xavi, Víctor, Enric y Pau.



Vida…
como un cigarro medio encendido, medio apagado. 

Dudas… 
papeles que acaban juntos amontonados. 

Suerte… 
suerte tendré si la veo, suerte tendré si me mira. 

Ratos… 
los cuento, los archivo, los disfruto, los olvido...  
como olvido lo que siento, y presiento que no será bueno. 
“Bueno, mejor lo dejo”… “Bueno, mejor lo olvido”…

Cazo las palabras con una red, 

como si fueran mariposas.
Todos los sueños de alquiler
haciendo doble fila.
Te veo y veo el sol.
No te preocupes si me quemo,
no te preocupes, ya lo intento apagar yo.

Río…
y cuando río, me alejo de lo triste.
Cena… 

cenaste tú, yo hice de vela, sudando cera. 
Será que no,
que no te hago tanto mal… 

Malo sería hacerte daño.

Cazo las palabras con una red, 

como si fueran mariposas.
Todos los sueños de alquiler
haciendo doble fila.
Te veo y veo el sol.
No te preocupes si me quemo,
no te preocupes no, ya lo intento apagar yo. 


Tú sólo ven a mi nube, te mando la dirección:
último piso, preciosas vistas, sin ascensor.
No tengas prisa, no tengo planes para hoy
y los planes de mañana mejor los hacemos juntos.



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sábado, 13 de octubre de 2012

Suelo fijarme mucho en todo el cielo…

     Me encantan los primeros días del otoño, me parecen enormemente inspiradores, pegan con la mayoría de las canciones que me gustan y con todo lo que escribo. Odio el queso fundido en las hamburguesas y la crema de calabacín. No puedo vivir sin viajar cada cierto tiempo, necesito hacerlo para ser feliz, para encontrar nuevos caminos. Echo de menos las tardes en el pueblo y los veranos en familia. Me siento feliz cuando tengo el mar cerca y lo puedo escuchar, respirar, sentir… Puedo decir “poco a poco” y a la vez pensar “toma el acelerador, úsalo cuando quieras”. No me gusta cuando me despierto y sé perfectamente cómo va a ser mi día. Creo en el amor por encima de todo, con todos los golpes que eso conlleva. Soy un obseso de los dientes blancos. Podría vivir en Santander. Siempre me ha costado mantener grandes amistades, pero este verano me he dado cuenta de lo necesarias que son. Me encanta la música, el teatro y el cine. Mi color favorito es el naranja, pero no para vestir. Creo que nadie debería ir al médico solo, y cuando me entero de que alguien lo va a hacer, me pongo muy cabezón por acompañarle. De pequeño era capaz de cruzar en rojo y después mirar si venían coches, y ahora creo que ahí comenzó todo. Siempre he querido saber si tengo acento madrileño. Últimamente me obsesiona un poquito el paso del tiempo. Me encanta “The Big Bang Theory”, y me da lo mismo si el capítulo que están echando lo he visto ocho veces. Podría estar toda la vida comiendo tortilla de patata. Nunca he formado parte de una pandilla de amigos. Tengo enormes colecciones de cromos de algunos de mis deportistas favoritos. Mi prioridad en el cuerpo de una chica son los ojos, la sonrisa y las manos. Cada día me acuerdo del partido en el que me hicieron polvo el tobillo y cinco minutos después se me salió un hombro. Estoy superando mi fobia a hablar por teléfono. Opino que The Beatles lo inventaron casi todo. Me cuesta creer que algún día seré tan feliz como en mi infancia, pero no por ello dejo de intentarlo. Me muero por cambiar de móvil y de reproductor de mp3, pero amo a mi cámara de chocolate. Siempre defenderé a Fernando Torres; y cuando no haya motivos, más. Soy incapaz de escuchar una canción en inglés sin intentar entender la letra. Nunca olvidaré aquellas noches de hospital. Me encantaría pasear otra vez por el Trastevere, aunque sólo fuera un ratito. No sé montar en bici. Me lo pasé genial en Selectividad. Me encanta que una chica me haga reír y necesito que sean más atrevidas que yo. No me gustan nada de nada las tiendas de animales, pero puedo estar horas en las de juguetes. Fui un muy buen estudiante hasta que acabé la carrera, pero ahora ya no lo hago tan bien. Odio las aglomeraciones de personas y los gritos. Siempre estoy dispuesto a descubrir series de televisión nuevas. De pequeño lo pasaba fatal en el coche, me mareaba sólo con entrar en el garaje de mi padre. Sé muy bien lo que es el estrés y la ansiedad, y uno de mis principales objetivos en la vida es no volver a sufrirlos. Aunque haya pasado Navidades muy difíciles, nunca perderé mi espíritu navideño. Estoy en plena operación V.T.L.P.D.W.A. (“ver todas las películas de Woody Allen”). Siempre me han vuelto loco los hoteles, y tengo una lista de algunos a los que acabaré yendo, aunque estén en mi propia ciudad. Me encantan los videojuegos de fútbol. No soporto el calor asfixiante de Madrid en verano, me pone hasta de mal humor. No suele apetecerme desayunar. Soy terriblemente detallista cuando alguien me importa de verdad. A día de hoy, mi canción favorita del mundo se llama “Postcards from Italy”. Creo que cuando más guapas están es cuando se despiertan. Tengo una extraña sensación de esperanza cuando veo a un niño vestido del Atleti. Cada vez veo más cine en versión original. Ya sé cómo quiero llamar a una futura hija. No suelo rechazar propuestas para ir a conciertos. Me encantan las camisetas y jerseys de rayas. Cada vez que escucho “Para ti” me acuerdo de cuando tenía 15 años y me la dedicó mi madre. Creo que Messi y Cristiano son, en ese orden, los dos mejores jugadores de la historia. El sonido del bandoneón me tiene enamorado, fue un amor a primera vista al escuchar por primera vez la canción “Los aviones” de Andrés Calamaro. Necesito volver a Londres. Soy muy pero que muy fan de probar nuevos cocktails, aunque al final muchas veces acabe pidiendo un San Francisco; en cualquier caso, me encanta ir a descubrir sitios donde los preparen. El libro que más me ha marcado en mi vida ha sido “Tokio blues (Norwegian wood)” de Haruki Murakami. Siempre digo que me voy a hacer una cuenta en Twitter pero al final nunca lo hago, seguramente por miedo a un fracaso absoluto. Visitaría cualquier lugar del mundo si es en buena compañía. Estoy muy orgulloso de tener las camisetas de los equipos a los que he pertenecido, con mi nombre y el 10 a la espalda. Soy adicto a muchas cosas, como el Nestea o los caramelos Solano de fresas con nata. No soporto que me hablen de que hay un destino, de que las cosas pasan así porque así estaba escrito y de que en realidad da igual lo que hagamos porque lo que tenga que pasar pasará... espero no creerme nunca esas mentiras. Tiendo a alargar demasiado los días y a acostarme más tarde de lo que quisiera. No me voy a morir sin conocer Rovaniemi. Siempre estoy deseando que sea mi cumpleaños, pero cuando llega lo que quiero es que se pase pronto porque odio ser el centro de atención. Cuando me gusta una canción y la empiezan a poner en la radio, deja de gustarme. Hay muy pocas cosas que tomaría en cualquier momento, pero una de ellas es el granizado de sandía de Llaollao. Sé que la soledad me persigue. Me cuesta mucho olvidar una mentira de alguien querido. Me encanta viajar en tren. No concibo la vida sin ilusión. No acepto el amor sin pasión y libertad a partes iguales. Adoro esta canción…


   

Suelo fijarme mucho en todo el cielo, 
llevo haciéndolo desde pequeño. 
Pienso que tal vez llegue una señal… 

Veo las luces y no son estrellas. 
Lento, después tan rápido y se quedan 
lejos, aunque se intentan acercar. 

Recuerdo una película, hace tiempo, 
en la que todo era perfecto. 
Bajaban todas hasta el suelo 
y hacían música en lugar de hablar. 

 Quiero bajarme y verlas más de cerca 
y ver cómo abren esa puerta, 
y que me lleven donde quieran 
a pasear un rato más. Callad… 

Suelo fijarme mucho en todo el cielo, 
llevo haciéndolo desde pequeño. 

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viernes, 28 de septiembre de 2012

La derrota


Hasta mamá lo sabía, y cuando se dio cuenta, se echó a llorar, y me pidió perdón y todo, y eso que yo no protesté, no dije ni media, yo, y no se me notaba en la cara, ni de coña, venga, eso son rollos de Mon, cómo iba yo a protestar, si aquí, ahora, no abre el pico nadie... Pues sí, para protestar está el patio, como si no tuviéramos bastante ya... Y eso también es una putada, o sea, no poder protestar, no poder suspender ni una, llegar siempre dos minutos antes de la hora, poner la mesa y esos rollos. Y no es que nos lo haya dicho nadie, pero Mon y yo... No sé, los dos sabemos que ahora no podemos meter la pata, ni siquiera sabemos si podremos volver a meterla alguna vez, y yo a veces pues no tengo ganas de nada, y lo único que me apetece es estar sin misión, tirado en la cama, o liarme a patadas con la puerta de mi cuarto, y no puedo hacerlo, claro... ¡Buah! Vaya mierda de equipo que tenemos este año, como sigamos así nos van a meter catorce. Y tú no eches una mano, déjalo, no te molestes... Yo no sé para qué me empeño... Y como tampoco puedo chillar, ni soltar tacos... Bueno, por lo menos de los gordos, que son los que más consuelan. Hasta que mi viejo se levante y se vaya, que no creo que llegue al descanso, porque ya no mira la tele siquiera... Cuando me he sentado aquí, me lo ha dicho, “no te hagas ilusiones, Rafa, hazte a la idea de que ya hemos perdido”. Y yo no he querido contestarle nada, por si no estaba hablando sólo del partido… 
(Fragmento de Demostración de la existencia de Dios
 relato incluido en la obra Estaciones de paso, de Almudena Grandes)



En épocas raras siempre recurro a los mismos autores. Recomiendo totalmente cualquier relato de Almudena Grandes. Estaciones de paso recoge algunos de ellos, como éste del que hoy dejo un fragmento. Si os animáis a darle una oportunidad, no dudéis en pasaros por buscarlibros.com y encontraréis el mejor precio posible entre todas las tiendas especializadas:

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viernes, 31 de agosto de 2012

Medir el mundo con farolas



Recojo en la ventanilla el billete que había reservado, monto en el autocar nocturno. Es el medio de transporte más barato para ir a Takamatsu. Unos diez mil yenes y pico. Nadie se fija en mí. Nadie me pregunta la edad. Nadie se me queda mirando. Únicamente el revisor inspecciona mi billete con gesto mecánico. Sólo hay una tercera parte de los asientos ocupada. En su mayoría, los pasajeros viajan solos, como yo, y el interior del autocar está sumido en un silencio extraño. El camino hasta Takamatsu es muy largo. Según los horarios del autocar, son unas diez horas de viaje, llegaremos allí por la mañana temprano. Pero a mí el tiempo no me importa. Yo ahora lo tengo a espuertas. Cuando, a las ocho pasadas, dejamos la terminal de autobuses, inclino el respaldo del asiento y me duermo. En el preciso instante de hundirme en él siento cómo se me va debilitando la conciencia, igual que si se me hubieran agotado las pilas.

Poco antes de medianoche empieza a llover a cántaros. De vez en cuando me despierto y, a través de las cortinas baratas, contemplo la autopista en la noche. Las gotas de lluvia azotan con estrépito la ventana, emborronan la luz de las farolas que hay al borde del camino. Están plantadas a intervalos regulares, parece que miden el mundo hasta el infinito. Una nueva luz se acerca y, un instante después, ya se ha convertido en una luz vieja a mis espaldas. Me doy cuenta de que ya han dado las doce de la noche. Y, de manera automática, como si se me acercara de frente, hace su aparición el día de mi decimoquinto cumpleaños.

(Kafka en la orilla, Haruki Murakami)

Si buscáis este libro o cualquier otro, os recomiendo la página de mis amigos de buscarlibros.com, es el mejor buscador que conozco. Rastrea cualquier título que deseéis entre todo el catálogo de Fnac, La Casa del Libro, eBay, Amazon… y muchos más. ¡Probadlo!



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viernes, 10 de agosto de 2012

And one of these days. . .


So fortune cookies would say 
that changes are coming 
and one of these days 
the blue will be blue, 
and not just a shade of grey.



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domingo, 5 de agosto de 2012

Vente. . .




Esta noche va a ser difícil dormir. Esta noche hay algo que le da vueltas por todo el cuerpo. Algo que, en esas miles de vueltas, cuando pasa por su cabeza hace que se sienta la peor persona del mundo, y cuando pasa por el corazón la hace arder de ganas, arder de vida.

¿Y qué más da si no es lo que debería hacer? ¿Qué importa la opinión de la gente cuando tus latidos comienzan a acompasarse con los de otro corazón? ¿Por qué todo el mundo le aconseja que se desenganche de él, si es precisamente eso lo que le da la vida? ¿No se trataba de vivir?

A veces la convencen sus amigas y ella vuelve a lo real, a lo tangible. A la tranquila rutina de no complicarse la existencia. Al camino recto, al sofá de cada día y la cama fría de cada noche. A veces tienen razón ellas, a veces se conforma con estar bien y nada más.

Pero esta noche, no.

No me importa si contagio mi sangre, 
porque cuando veo tus ojos todo arde 
y me consumo despacio por tocarte.



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lunes, 16 de julio de 2012

Midori

  Midori y yo abandonamos el local y paseamos por el barrio. Recorrimos las librerías de viejo y compramos varios libros, entramos en otra cafetería y tomamos otra taza de café, jugamos a la máquina del millón en un salón recreativo, nos sentamos en el parque y charlamos. En general, ella era la que hablaba; yo me limitaba a asentir. Midori me dijo que estaba sedienta y fui a una pastelería del barrio a comprar dos Coca-Colas. Mientras tanto, ella garabateó algo con un bolígrafo en un bloc. Al preguntarle de qué se trataba, me respondió que no era nada importante.

  A las tres y media me dijo que tenía que irse, que había quedado con su hermana en Ginza. Los dos caminamos hasta la estación del metro y allí nos despedimos. En el instante de separarnos, ella me introdujo una hoja de papel doblada en cuatro en el bolsillo del abrigo. Me dijo que la leyera al regresar a casa. La leí en el tren...


  “Hoy me has hecho algo terrible. No te has dado cuenta siquiera de que me he cambiado el peinado, ¿verdad? Después del tiempo que he tardado en dejarme crecer el pelo, a finales de la semana pasada por fin logré hacerme un peinado más o menos femenino. Pero tú no te has dado cuenta. Y yo que pensaba que estaba bastante mona y que, después de estar tanto tiempo sin vernos, te sorprenderías..., pero no te has fijado. Esto es el colmo, ¿no crees? Quizá no recuerdes qué ropa llevaba puesta. Yo soy una chica. Por más cosas que tengas en la cabeza, ¡podrías prestarme un poco más de atención! Hubiera bastado con una frase del estilo: "Te sienta muy bien este peinado". Te hubiera perdonado que fueras a la tuya, que pensaras en qué sé yo.

  Por esto, te he dicho una mentira. No es cierto que haya quedado con mi hermana en Ginza. Hoy pensaba pasar la noche en tu casa. Dentro del bolso llevo el pijama y el cepillo de dientes. ¡Ja, ja, ja! parezco idiota. Si no me has invitado... En fin, te importo un rábano y, por lo visto, quieres estar solo, así que te dejaré en paz. Quémate las cejas pensando en lo que te dé la gana.

  No creas que estoy enfadada contigo. Sólo estoy triste. Porque tú has sido muy amable conmigo y, a cambio, no he sabido ayudarte. Tú siempre estás encerrado en tu propio mundo y, cuando llamo a la puerta, "toc, toc", te limitas a levantar la cabeza antes de volver a encerrarte.

  Ahora te acercas con las Coca-Colas. Parece que tengas la cabeza en las nubes. He deseado que tropezaras, pero no te has caído. Ahora acabas de sentarte a mi lado, te estás bebiendo la Coca-Cola a sorbos. Deseaba que al volver hubieras caído en la cuenta y al fin me dijeras: "¡Anda, pero si te has cambiado de peinado!". Pero no ha habido suerte. Si te hubieras fijado, hubiera roto esta carta y hubiera dicho: "Vámonos a tu casa. Te haré una buena cena. Y luego nos iremos a la cama los dos muy juntitos". Pero eres tan insensible como una plancha de hierro.

  Adiós.

 P.D. A partir de ahora, aunque me veas en clase, haz el favor de no dirigirme la palabra.”



 [...] Cuando telefoneé al apartamento de Midori, volvió a ponerse su hermana, y esta vez me dijo que Midori no había aparecido desde el día anterior y me preguntó si yo tenía idea de dónde podía estar. Lo único que yo sabía era que llevaba un pijama y un cepillo de dientes en el bolso.

 […] La vi en la clase del miércoles. Vestía un jersey del color de la Artemisa y las gafas oscuras que solía llevar en verano. Me acerqué y le dije que, después de la clase, quería hablar con ella. Efectivamente, el peinado de Midori era mucho más femenino que tiempo atrás.
- He quedado. –negó con la cabeza.
- No te entretendré mucho. Sólo serán cinco minutos. –dije.
Midori se quitó las gafas y entornó los ojos. Parecía estar mirando una casa en ruinas a cien metros de distancia.

 (Tokio blues, Haruki Murakami)

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miércoles, 11 de julio de 2012

Lo perdí programando mi gran evasión. . .


¿Qué se siente al ser tan joven?
Dime qué se siente cuando no se ve el final.
¿Qué se siente al ser tan libre?
Dime qué se siente cuando vuelas sobre el mar.
Debe ser tan increíble… No consigo recordar…

Lo olvidé entre proyectos de sublevación,
entre pobres achaques de sinceridad.
Lo perdí programando mi gran evasión,
entre altivos delirios de seguridad.

¿Qué se siente al ser tan joven?
Dime qué se siente en pleno caos emocional.
¿Qué se siente al ser eterno?
Dime qué se siente cuando el tiempo está de más.
Debe ser tan increíble… No lo puedo recordar…

Lo olvidé entre proyectos de sublevación,
entre pobres achaques de sinceridad.
Lo perdí programando mi gran evasión,
entre altivos delirios de seguridad.

Hoy pensé que podía volver a pasar.
Hoy soñé que tenía otra oportunidad.
Y subía y subía sin mirar atrás…
y moría en el mar de la tranquilidad.

¿Qué se siente al ser tan joven?
¿Qué se siente al ser tan joven?

Lo olvidé entre proyectos de sublevación,
entre pobres achaques de sinceridad.
Lo perdí programando mi gran evasión,
entre altivos delirios de seguridad.

Hoy pensé que podía volver a pasar.
Hoy soñé que tenía otra oportunidad.
Y subía y subía sin mirar atrás…
y moría en el mar de la tranquilidad.

¿Qué se siente al ser tan joven?
Dime qué se siente en el vacío celestial.



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viernes, 6 de julio de 2012

La única noche


Cuando salieron del restaurante, parecían la mejor pareja de toda la ciudad.

Han pasado varias horas desde la medianoche. Se siente el único hombre despierto del mundo, y quizá lo sea. En el otro lado de la cama, ella. Cada vez que la mira, se pregunta cómo es posible que ahora suene tan leve esa respiración que hace muy poco tiempo lo inundaba todo.

Tal es el silencio de la noche, que alguien ha hecho funcionar el ascensor y el ruido ha sonado como un estruendo por todo el edificio. No ha llegado a despertarla, pero ha murmurado algo en sueños mientras se giraba para colocarse de cara a él. Y ahora él vendería su alma a todos los relojes del mundo por que esta noche se detuvieran para siempre. Es lo más bonito que ha visto en su vida.

Y sonríes sólo durante un segundo o dos.
Y te duermes, y no puedo dormir yo.

Casi treinta grados en la calle y bajo cero en la habitación. No conocía esa sensación. Es el frío del miedo, del futuro incierto, del corazón helándose, de las noches pasando como trenes que esperas toda la vida y jamás vuelven.

Ayer, en su casa mientras repasaba las pocas fotos que tenía de ella, se preguntaba qué se sentiría al cogerla de la mano, a qué olería su pelo, cómo de suave sería la piel de su espalda, a qué sabrían sus suspiros, si sus ojos serían de cerca tan de mentira como le habían parecido todo este tiempo... Cuando amanezca y regrese a casa, habrá cambiado de golpe todas sus preguntas por una sola…

¿Qué será ahora del resto de sus noches?

Me dijiste en la cena: “Mañana se acabó,
esta noche es un regalo y un adiós”.
Nunca volveré a escuchar este ascensor.


La única noche by McEnroe on Grooveshark
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viernes, 29 de junio de 2012

Si quieres. . .


Hay una idea que llama la atención y que últimamente, casi por inercia, es el centro de todo lo que escribo. Son los que llamo “momentos que valen por toda una vida”.

El tiempo y el lugar no se llevan muy bien. Por eso pasa tan pocas veces que se ponen de acuerdo, pero cuando ocurre nos regalan instantes que al final acabamos recordando toda la vida. Son los momentos con los que se construye una historia, son los momentos que nos hacen sentir de verdad. Y cuando llegan nunca pasan desapercibidos, porque lo hacen dejándote la sensación de que no hay un solo sitio en el mundo en el que podrías estar mejor. Y empiezas a creer en la felicidad, aunque dure apenas cinco minutos.

Hace unas semanas, pude disfrutar de uno de estos instantes. Sobre el escenario, ante un fondo rojo, dos hombres cantaban sobre la adicción a un amor, y entonces yo lo comprendí todo.

Creo que fue así…



Si quieres, facturo el invierno y te saco de golpe Febrero de aquí.
Si quieres, repito contigo esas noches que no se podrán repetir.
Si quieres, te pinto en el aire un abrazo gigante y detengo el avión.
Si quieres, le cambio el horario al destino matando de un beso al reloj.

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miércoles, 27 de junio de 2012

Sígueme. . .

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¡Os espero!
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viernes, 22 de junio de 2012

El verano


Lo que menos me gusta del verano es el calor.

Y lo que más me gusta del verano es…

es…

The sun, the trees, the moon, the sea…
the clouds above hang over me…


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lunes, 18 de junio de 2012

Sobre jarrones de porcelana y mi buena suerte


The world is a bad place,
a bad place,
a terrible place to live…
but I don’t want to die.

Hace pocos días, pude disfrutar del mayor placer que tiene la vida de antiguo universitario: las tardes dedicadas a los amigos que conocí allí. No soy una persona que suela estar siempre rodeada de amigos. Lo sé, lo entiendo y casi nunca lo he lamentado mucho, quizá porque con los años he crecido viendo cómo las personas más importantes para mí cambiaban de colegio, de barrio, de ciudad, de país. El número de amigos imprescindibles en mi vida no llega a las dos cifras, pero tengo claro que las tres personas que había junto a mí esa tarde están en ese grupo.

No somos nada originales, hablamos siempre de lo mismo. Por ejemplo, de los cinco años que pasamos juntos día tras día compartiendo nervios, sonrisas, preocupaciones, ilusiones, tristezas… Compartiendo emociones. Aparecen nombres de profesores que ya casi no recordaba, asignaturas que fui aprobando una tras otra… y entonces empieza a oler a facultad y parece que después de cualquiera de esas anécdotas nos vamos tener que levantar corriendo de la mesa porque empieza ya la clase y tenemos que buscar cuatro sitios juntos. Sé que sienten lo mismo que yo cuando hablan de todo lo que vivimos esos años, lo noto en sus miradas. Jamás me perdonaría perder el contacto con cualquiera de ellos, son simplemente parte de mí.

También hablamos de amor.

No sé si es bueno o malo saber mucho del amor. Yo siempre he pensado que las mejores cosas de la vida son para disfrutarlas, que conocerlas bien no es tan importante y que precisamente en esa ignorancia está a veces la felicidad. Pero durante aquellos dos Nesteas aprendí muchas cosas. Aprendí que puedes dejar atrás toda tu vida por amor, pero cuando al amor le toca compensarte, a veces va y no lo hace. También me hablaron de amores preciosos y trabajados, que como jarrones de porcelana de repente un día aparecen rotos sin saber por qué, y cuando pegas todos los trocitos te das cuenta de que a veces no es suficiente con que las cosas recuperen su forma, porque ni siquiera así vuelve a ser tan bonito como antes. Escuché una historia sobre amores eternos pero nacidos a contratiempo, sobre huidas y peligrosos regresos con el tren en marcha, sobre el esfuerzo por encajar las piezas y sobre las difíciles decisiones que nos obliga a tomar el corazón. Todo esto no son películas ni aparecen en ningún libro, estas cosas le pasan de verdad a personas normales que también al principio pensaron que el amor era para siempre y también lo intentaron hacer de la mejor forma posible. Es importante no perder esto de vista.

Conozco las dos caras del amor. Disfruto cada día de la cara buena, tiene ojos marrones, pelo rizado y cuerpo de princesa. Pero no soy tan inconsciente como para pensar que la cara mala no existe; sé que está ahí, que hay gente que la sufre a diario y que es capaz de nublar los días más claros. Sé de su costumbre por llegar cuando menos se la espera, sé que nadie está a salvo de verla y sé lo difícil que es ser más fuerte que ella.

Por eso, cuando se hizo de noche y mis amigos se fueron, yo regresaba a casa mirando mi móvil: el fondo de pantalla, algunos mensajes… Y en ese instante de soledad que todos necesitamos, pensaba en mi vida, que no es perfecta y tiene rincones sin limpiar, pero que también tiene algo brillante que jamás soñé que podría disfrutar. Algo que se sube cada día a lo más alto de mi montaña de problemas, de ansiedades y de incertidumbres para, desde ahí arriba, gritarme bien alto que soy un chico con suerte. Y sí, por un momento me sentí inmensamente feliz.


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Quiero agradecer a las chicas de eSaOeSa ( http://esaoesa.blogspot.com.es/2012/06/premios-iebster-bog.html ), que por alguna extraña razón me han regalado el premio de haber elegido a Lejos del Paraíso como uno de sus cinco blogs favoritos. ¡Gracias!

viernes, 2 de marzo de 2012

Ella



Hoy cumple 22 años, pero será como cuando llegó con 19. Seguirá siendo lo más bonito de todo el día, cada día.

Seguirá sonriendo como aquella tarde. Seguirá inventando planes perfectos para dos. Seguirá sin vaciar la caja de sorpresas que me prometió cuando empezó todo. Seguirá enseñándome un montón de cosas, por ejemplo a ser fuerte contra todo lo que venga. Seguirá guardando su amor en canciones para regalar. Seguirá perfumando todos los hoteles de todas las ciudades que conocemos. Seguirá pintando con sus colores los vagones del metro, las calles y el cielo de Madrid. Seguirá llevándose lo mejor de la noche en su autobús. Seguirá dibujando con tinta roja sobre los borrones negros que deja la vida. Seguirá esparciendo estrellitas por donde pasa.

Y yo… yo seguiré creyendo en ella. Creyendo que la palabra amor se escribe con ella, deshaciendo planes por hacerlos con ella. Seguiré jugando a hacerla feliz, y dando todo lo que tengo y más por conseguir que lo sea. Seguiré viendo en mi sonrisa el reflejo de la suya.

Seguiré convencido de que si el futuro es ella, va a ser muy fácil ser feliz.


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jueves, 2 de febrero de 2012

La tormenta de arena

Y tú en verdad la atravesarás, claro está. La violenta tormenta de arena. La tormenta de arena metafísica y simbólica. Pero por más metafísica y simbólica que sea, te rasgará cruelmente la carne como si de mil cuchillas se tratase. Muchas personas han derramado allí su sangre y tú, asimismo, derramarás allí la tuya. Sangre caliente y roja. Y esa sangre se verterá en tus manos. Tu sangre y, también, la sangre de los demás.

Y cuando la tormenta de arena haya pasado, tú no comprenderás cómo has logrado cruzarla con vida. ¡No! Ni siquiera estarás seguro de que la tormenta haya cesado de verdad. Pero una cosa sí quedará clara. Y es que la persona que surja de la tormenta no será la misma persona que penetró en ella. Y ahí estriba el significado de la tormenta de arena.

Kafka en la orilla (Haruki Murakami)



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